La aplicación de las normas dictadas por el Concilio de Trento no fue fácil en ningún territorio y en ningún ámbito, en especial en el personal y privado. A Felipe II le correspondió hacerlas cumplir en los diferentes espacios de la monarquía hispánica, muy desiguales en sus condiciones y circunstancias. Los que presentaron mayores resistencias fueron, en general, los más alejados de la corte y los más rurales. Más todavía los situados en la franja Norte y Noroccidental de la Península, de los que se ocupa este libro, cuyas características demográficas, sociales y culturales dificultaban el ejercicio del poder tanto de la monarquía como de la Iglesia. Las formas de entender la comunidad, la vecindad, la familia y el parentesco, los vínculos personales, los valores y las prácticas relacionadas con la vida estaban profundamente arraigadas e impusieron límites muy claros a las novedades que, tanto Felipe II como los obispos por él nombrados, querían y tenían que implantar para cumplir con los mandatos conciliares. Para observar esas resistencias y límites, en esta obra se toma como indicador el grado de cumplimiento de los sacramentos relacionados con la vida de las personas: bautismo, confirmación, matrimonio y orden sacerdotal.